“Mentores Según el Corazón de Dios” Vistazo Previo #2

Wayne Cordeiro

(Un extracto del Prólogo del nuevo libro de Pastor Wayne. “Mentores Según el Corazón de Dios” estará disponible desde el 15 de mayo de 2009)

Prólogo

Nubes de humo en el horizonte. Humo donde no debería haber humo, al menos no una columna tan inmensa como esta.

No puede ser bueno.

Terroristas. ¿Qué otra cosa podría ser?

Al aproximarnos pudimos ver unas pocas llamas que lamían montañas de goma. Donde solía haber casas, calles, patios de juego, jardines… ya no había nada. Humo, ruina, cenizas. Nada más.

Conmocionados hasta la inmovilidad, no había nada que pudiéramos hacer. ¿Dónde estaban las casas? ¿Dónde estaban las mujeres y los niños?

Nos asomamos por sobre el terraplén, algunos arrastrándonos, otros saltando, otros corriendo a más no poder, tropezando, levantándose y volviendo a caer. Cada hombre corrió hasta el lugar donde estaba su casa, esperando ver a alguien moviéndose en medio del desastre: un rostro amado, una forma que se tambaleara entre la devastación. Pero no había nadie. Y ningún ruido aparte del crujido de las llamas, alimentadas por un viento desértico y solitario.

¿Dónde estaban los cuerpos? No veíamos ninguno. ¡Los terroristas debían haber raptado a todas las mujeres y a todos los niños del pueblo!

Lloramos sin vergüenza alguna. Algunos maldecían, otros gritaban nombres en su angustia. Murmurando entre ellos, el grupo comenzó a reunirse; se miraban los unos a los otros, asintiendo, acariciando sus armas. Era igual al momento antes de una violenta tormenta de truenos, cuando el aire se vuelve denso y sofocante.

Ahí fue cuando él cayó de rodillas en convulsiones de agonía. Sus seres queridos  tampoco se habían salvado.

No podíamos hacer nada más que mirar. Mientras se secaba las lágrimas, pidiendo ayuda, esperanza y dirección, su lenguaje corporal comenzó a cambiar. Se le aflojaron los hombros, al parecer ya sin tensón. Abrió las manos y miró al cielo, orando. Finalmente se puso de pie, enjugó sus lágrimas y ya erguido habló con voz firme.

Diga lo que quiera, algo sucedió sobre esa roca al borde de la devastación total. En esos momentos, encontró la fuerza, la confianza y una nueva resolución. Dios tiene que haberle dado un plan también porque poco después nos lanzamos rápidos como el viento a la búsqueda de esos invasores.

En ese momento, pudimos volver a creer. Entre nosotros surgía la confianza de que de las cenizas de lo que había sido Siclag recuperaríamos todo lo que habíamos perdido… y tal vez aún más.

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