Wayne Cordeiro
(Un extracto de la Introducción del nuevo libro del Pastor Wayne, “Liderando con el Tanque Vacío” que será lanzado en febrero del 2009)
Introducción
No olvidamos que somos cristianos. Olvidamos que somos humanos, y que solo un descuido puede debilitar el potencial de nuestro futuro.
Llegó sin previo aviso, como un huésped sin invitación. Decisiones que fueron una vez sencillas ahora rechazan soluciónes, y me encontré eludiendo todo lo que requirió mi aportación emocional. Mi fe que una vez fue robusta fue dejada frágil; yo evitaba lo que necesitaba de mi actuación.
Era una tarde suave en California. Me había ido para correr antes de que debiera ir a hablar en una conferencia de liderazgo. Todavía no puedo recordar cómo llegué allí, pero me encontré sentado en un borde de la calle llorando incontrolablemente. No podría decir si ocurrió de repente o gradualmente, pero sabía que algo se había roto por dentro de mi. Recuerdo levantando mis manos temblorosas y pidiendo en voz alta, “¿De dónde sale lo que está sucediéndome a mí?”
Yo había estado liderando en vacío.
Este incidente en un borde de la calle en California comenzó una odisea de tres años que yo jamás podría haberme imaginado. Era un recorrido a través de una temporada de agotamiento y recalibración que cambiaría radicalmente mi estilo de vida, mis valores, mis metas, e incluso ajustaría mi llamado. Todo lo que había felizmente asumido estaba a punto de venir bajo una vigilancia brutal.
Mi visión para la iglesia era estéril, y el corazón que en una vez fue vivo latiendo incesantemente para otros había comenzado a retroceder. Cada día que pasaba estaba tomando un grave efecto en mí, pero yo no sabía cómo parar la hemorragia. Cualquiera cosa que estaba causando en agotamiento estaba ganando.
Si yo hubiera estado alerto, podría haber visto los indicios antes de descomponerme en el borde de la calle y los podría haber reconocido por lo que son. Pero por alguna razón, los ignore.
Uno de los anestésicos comunes que nos adormece a estos precursores oscuros es pensar, “Esto nunca podría pasarme a mí!”
Sin embargo, los signos estaban todo alrededor de mí. Los ignore. Problemas sencillos rechazaban soluciones. Cualquier cosa que necesitaba energía emocional me enviaba en la otra dirección. Mi fe estaba golpeada y frágil. Mi conducta confidente se había convertido pensativa, y un alma que era un océano de vida era ahora una charco de marea estancada.
¿Qué se había arriendado, en el crepúsculo suave, cuando estaba corriendo ? ¿Fue una hemorragia emocional? Si es así, ¿cómo iba a detener la hemorragia? No tenía ni idea de por dónde empezar el tratamiento. Tuve que averiguar lo que estaba sucediendo, y de alguna forma reparar el daño interno.
Pero, ¿quién tiene tiempo para eso?
Mi itinerario determinaba mi canción y un conductor interno estableció el ritmo. Yo era simplemente tocando la parte que me había sido dada, y no sabía si podría cambiar la partitura.
En este caso, el camino hacia el éxito y el camino a una crisis nerviosa fueron una y la misma.
Durante los meses siguientes, luchaba con episodios de la depresión, perdiendo algunas asaltos, pero continuaba luchando. Con la ayuda de un médico, una esposa que entendió, una iglesia que me ha apoyado, y la fortaleza y la sabiduría de Dios, sobreviviría un curso de experiencias invaluables de la vida que exigirían la cuota más alta que he pagado en mi vida.
Mi amor por Dios no me había abandonado. Mi matrimonio era estable, y el ministerio parecía saludable. Pero yo todavía no tenía ni idea de cómo enfrentar el depredador silencioso que me acechaba—a veces muy a la zaga y en otros momentos, tan cerca que pude sentir su aliento sobre mi cuello.
Si hubiera una píldora que podría haber tragado que me hubiese guardado de este derrumbamiento interno, me alegro de no haberlo encontrado.
El sufrimiento nos cambiará, pero no necesariamente para lo mejor. Tenemos que elegir. Y fue la elección que hizo toda la diferencia para mí.
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